martes, 22 de septiembre de 2015

Un ratito de playa

"Os cuelgo un pequeñísimo relato que he escrito, una buena amiga lo leyó y, aunque la pedí que criticara en plan Pumares, pareció más bien mi hada madrina, tiene naturaleza generosa (gracias Criss Lila). Por favor quiero aprender y necesito que me indiquéis los fallos de puntuación y demás que encontréis.Gracias.

Un ratito de playa

La gaviota miró al niño, no tendría más de cuatro o cinco años; sonrosadito, con un pelo liso, al cual, el sol le sacaba destellos dorados. Sentado en la arena, su cuerpecito aún con las formas redondeadas del bebé que apenas había dejado de ser, jugaba con las conchas y juntaba la arena húmeda en montones amorfos que para él eran las magníficas torres de un castillo.

A su lado, sus padres tumbados aprovechaban el poco espacio con sombra que sus proyectos arquitectónicos dejaban bajo la sombrilla; una sombrilla bastante grande, de esas con rayas amarillas y blancas, de esas que en cuanto soplaba un poco de levante, despega convertida en cohete de Cabo Cañaveral.

La mamá estaba durmiendo, con ese dormir que sólo se da sobre la arena cálida, que te envuelve y te acuna como los brazos de una amorosa madre. La respiración casi inaudible y acompasada con el ritmo de las olas, que rompían suavemente un poco más allá. El papá, en cambio, pasaba el rato entre observar el mar, al nene y ojear una revista de esas, reveladoras de curiosidades sobre casi cualquier cosa.

Se dio cuenta de la atención que el pájaro estaba prestando a su hijo, y con destreza, aunque no la suficiente, le lanzó una de sus chanclas de 40 euros el par, de no sé qué famoso diseñador y que inefablemente le rozaba entre el dedo gordo y el índice. 

La gaviota la esquivó con un grácil aleteo y tras dedicarle un sonoro graznido, cogió la chancla y salió volando, dejando atrás la sombrilla, la dormida madre y el sumamente cabreado padre que acababa de ser robado por un pájaro marino con muy mala baba. El niño alzo sus ojos grandes y azules y con una sonrisa miró a la gaviota alejarse.

Pedro"



Un ratito de playa

La gaviota miró al niño, no tendría más de cuatro o cinco años; sonrosadito, con un pelo liso, al cual, el sol le sacaba destellos dorados. Sentado en la arena, su cuerpecito aún con las formas redondeadas del bebé que apenas había dejado de ser, jugaba con las conchas y juntaba la arena húmeda en montones amorfos que para él eran las magníficas torres de un castillo.

A su lado, sus padres tumbados aprovechaban el poco espacio con sombra que sus proyectos arquitectónicos dejaban bajo la sombrilla; una sombrilla bastante grande, de esas con rayas amarillas y blancas, de esas que en cuanto soplaba un poco de levante, despega convertida en cohete de Cabo Cañaveral.

La mamá estaba durmiendo, con ese dormir que sólo se da sobre la arena cálida, que te envuelve y te acuna como los brazos de una amorosa madre. La respiración casi inaudible y acompasada con el ritmo de las olas, que rompían suavemente un poco más allá. El papá, en cambio, pasaba el rato entre observar el mar, al nene y ojear una revista de esas, reveladoras de curiosidades sobre casi cualquier cosa.

Se dio cuenta de la atención que el pájaro estaba prestando a su hijo, y con destreza, aunque no la suficiente, le lanzó una de sus chanclas de 40 euros el par, de no sé qué famoso diseñador y que inefablemente le rozaba entre el dedo gordo y el índice.

La gaviota la esquivó con un grácil aleteo y tras dedicarle un sonoro graznido, cogió la chancla y salió volando, dejando atrás la sombrilla, la dormida madre y el sumamente cabreado padre que acababa de ser robado por un pájaro marino con muy mala baba. El niño alzo sus ojos grandes y azules y con una sonrisa miró a la gaviota alejarse.

Pedro