Hoy preso estoy, mi amor,
soñando en cárcel de hastío.
Sufriendo tortura mi corazón.
Teniendo mi cordura en vilo.
Anhelos de aquellas tardes,
del cálido y susurrante estío
Entre velos y sedas, naranjos y olivos,
tú encendido edén, yo gélido río.
Río que lame tu orilla,
en torrente convertido.
Rozo tu flor oculta,
con suaves besos fríos,
y recojo de tu tersura,
preciosas gotas de rocío.
Diminutos diamantes líquidos,
sobre paños de oro bruñido.
Tus ojos suplican que apague,
el infierno alojado en tu ombligo.
Y demoro inundarte con mis aguas.
Me niego a perder el sentido,
en tus ansias de amor salvaje,
en tu éxtasis de oscuro olvido.
Pedro.