martes, 22 de septiembre de 2015

LO QUE HUBIERA SIDO



LO QUE HUBIERA SIDO

El otoño ha llegado al valle, los alerces, robles, nogales y hayas comienzan a mudar el color de sus hojas verde oscuro de la librea estival, pasando al verde amarillento y de ahí a un mosaico de amarillos, naranjas, ocres, marrones y rojos que engalanan el bosque con una multitud de banderolas de feria. Los frutos casi a la sazón, serán el festín y raciones de reserva, en el duro invierno, para una multitud de pequeños roedores que inician su frenética labor de recolección. La rapaces: mochuelo, cárabo y el majestuoso búho real, pendientes de sus correrías, se alimentan de estos animalillos, así como la sagaz raposa y la escurridiza comadreja. La jabalina hoza en el alfombrado suelo en busca de cualquier cosa que pueda comerse, perseguida por sus inquietos jabatillos. Y se oye en la distancia la voz del rey ciervo retando a sus oponentes en plena berrea...

O así hubiera sido si el hombre no hubiera quemado los árboles, matado a los animales y construido una presa en la cuenca encajonada. Ahora no hay hojas multicolores, tan sólo agua, y una enorme pared de hormigón tapando la salida del valle.
Los pocos árboles que se han salvado se miran reflejados desde la orilla y las hojas caen, como lágrimas, sobre la húmeda mortaja de su hogar.

Pedro.