martes, 22 de septiembre de 2015

Mascarón

"Mascarón

Siempre me gustó ser lo que soy, estar tan cerca del mar que me bese cada vez que me inclino hacia delante, reírme con los delfines en sus cabriolas, que la sal como diamantes adorne los huecos de mis escamas. Abrir camino y saludar al horizonte. Cuando el buque al que protejo, porque mi labor es protegerle de los espíritus sombríos que habitan en las profundas simas, abre sus velas al viento y comienza a correr junto a los delfines, en mi duro pecho de madera comienza a surgir tal calor, que si no fuera por el agua que me salpica y empapa, creo que saldría ardiendo como la yesca. 
Ahora yazgo aquí tumbada, en una playa perdida, adornada por las conchas blancas ,muertas, que me habitaron cuando mi querido navío chocó contra aquellos duros arrecifes, maldita sea la mano del hombre que lo guió a su fin, y nos hundimos y dormimos en las negruras del océano durante mucho, mucho tiempo. No recuerdo cómo fue que acabé aquí resquebrajada, y casi irreconocible, yo que fui tan bella que me vistieron con pan de oro y verde esmeralda; imagino que alguna tormenta me apartó de mi amado en su tumba marina y me lanzo a tierra. No soporto el estar lejos de él. Todas las mañanas les ruego a los cangrejos que tiren de mí hacia el agua; todas las noches les suplico a las estrellas que se compadezcan de esta triste figura y que otra tormenta me devuelva al lecho de arena fría con mi amor, para poder dormir con él, para poder deshacerme en el océano junto a él."

Mascarón

Siempre me gustó ser lo que soy, estar tan cerca del mar que me bese cada vez que me inclino hacia delante, reírme con los delfines en sus cabriolas, que la sal como diamantes adorne los huecos de mis escamas. Abrir camino y saludar al horizonte. Cuando el buque al que protejo, porque mi labor es protegerle de los espíritus sombríos que habitan en las profundas simas, abre sus velas al viento y comienza a correr junto a los delfines, en mi duro pecho de madera comienza a surgir tal calor, que si no fuera por el agua que me salpica y empapa, creo que saldría ardiendo como la yesca.
Ahora yazgo aquí tumbada, en una playa perdida, adornada por las conchas blancas ,muertas, que me habitaron cuando mi querido navío chocó contra aquellos duros arrecifes, maldita sea la mano del hombre que lo guió a su fin, y nos hundimos y dormimos en las negruras del océano durante mucho, mucho tiempo. No recuerdo cómo fue que acabé aquí resquebrajada, y casi irreconocible, yo que fui tan bella que me vistieron con pan de oro y verde esmeralda; imagino que alguna tormenta me apartó de mi amado en su tumba marina y me lanzo a tierra. No soporto el estar lejos de él. Todas las mañanas les ruego a los cangrejos que tiren de mí hacia el agua; todas las noches les suplico a las estrellas que se compadezcan de esta triste figura y que otra tormenta me devuelva al lecho de arena fría con mi amor, para poder dormir con él, para poder deshacerme en el océano junto a él.

Pedro.